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El nombre que no era nombre

LOS MISTERIOS DE JACOB

  El nombre que define al personaje
Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre Jacob.[a] Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz.
Genesis 25:26 RV 1960

Una de los programas radiales que más recuerdo de mis locutores favoritos se trataba acerca de los nombres raros que estaban registrados en los libros de actas de nacimiento de la ciudad, uno puede reírse sin parar de escuchar esos nombres, y muchas veces uno se pregunta, ¿esos padres querían a sus hijos?, porque ningún padre en sus cinco sentidos podría pensar en semejantes nombres, sin embargo sucede que las personas ponen nombres extravagantes a sus hijos, ¿que se les pasara por la cabeza en ese momento?, quizás eso quedara para siempre entre los misterios del universo. Uno de los casos en la literatura mas emblemáticos de nombres curiosos se encuentra en el libro de Arthur C. Clarke ODISEA 3001, en donde uno de los personajes se llamaba Thirugnanasampanthamoorthy, que a su vez Arthur aseguro que había sacado de una guía telefónica.. es decir ¡ALGUIEN EN EL MUNDO SE LLAMABA ASI! Bueno por años crei que Isaac y rebeca habían sido unos padres de ese tipo, ya que por años escuche que el NOMBRE JACOB significa Estafador, ¿quien le podria estafador a sus hijo?, puedo entender un nombre raro que porque significa algo bonito, como “maravillosa gracia de Dios” aunque suene abdutamilyavar, no se, pero no puedo entender un nombre que signifique algo malo y sabiéndolo se le ponga a su hijo ese nombre. Pero esta vez actuare como defensor de Isaac y rebeca, porque al momento del nacimiento de sus hijos sucede dos momentos que marcan los nombres de ambos hermanos. Nace Esau, el primogenito, y resulta ser VELLUDO, no es que tenia dos pelitos por aquí y dos pelitos por alla, literalmente era velludisimo, quizás hasta pensaron que no era un niño lo que había nacido sino quizás alguna cabrita no se. Tanto asi que llaman al niño ESAU que significa Velludo. Pero al salir su hermano que lo tomaba por el talon, otra escena impresionante, creo que aun en nuestros días ver eso seria una verdadera anécdota, tanto asi que a su hijo o llamn “el que toma por el talon”, es decir JACOB, no, no significa estafador, pero ese nombre tiene un sonido similar a estafador, similar pero que no es que significa ESTAFADOR, sin embargo no dudo que muchas veces Jacob sintió que se le trataba como estafador, seguramente se burlaron de el, pero sin duda dejo que eso le marcara, su vida termina marcada por este nombre, tanto asi que Dios mismo le cambia el nombre para darle una nueva etapa a su vida, porque Jacob permitió que su nombre lo definiera. Muchas veces dejamos que frases como fracasado, inútil, tonto, pobre, incapaz, inepto, etc, etc. Nos definan, pero no somos personas que podamos ser definidos por ua palabra y sin duda tampoco podemos ser encasillados, pero dejamos que eso suceda. Un nombre es importante porque marca nuestra identidad, pero los calificativos no deben de marcar nuestras vidas. no te detengas, no pares, que si no encuentras la fuerza para cambiar tu destino, para cambiar esos calificativos, ten por seguro que con Dios tienes un nombre nuevo, un nombre que es de bendición para tu vida, yo lo creo y por eso hoy te digo AMEN.

EL DIOS DE LOS ANCIANOS

"Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré." ¿Me permiten exponerles la doctrina de este texto, para luego mostrarles cómo es implementado, especialmente en el tiempo de la vejez? I. Yo sostengo que LA DOCTRINA DEL TEXTO ES: la constancia del amor de Dios, su perpetuidad, y su naturaleza inalterable. Dios declara que Él no es simplemente el Dios del santo joven; que Él no es simplemente el Dios del santo de edad mediana: sino que Él es el Dios de los santos en todas sus edades, de la cuna a la tumba. "Y hasta la vejez yo mismo"; o, como lo traduce Lowth más hermosa y apropiadamente: "Y hasta la vejez yo soy el mismo, y hasta las canas te soportaré." La doctrina, entonces, es doble: que Dios mismo es el mismo, sin importar cuál sea nuestra edad; y que los tratos de Dios para con nosotros, tanto en la providencia como en la gracia, tanto cuando nos soporta como cuando nos guarda, son igualmente inalterables. (1.) En cuanto a la primera parte de la doctrina, que expresa que Dios es el mismo cuando llegamos a la ancianidad, seguramente no tengo necesidad de demostrárselos. Abundantes testimonios de la Escritura declaran que Dios es un ser inmutable, sobre cuya frente no hay una sola arruga debido a la edad, y cuya fortaleza no se debilita por el paso de las edades; pero si necesitáramos pruebas, podríamos mirar a la naturaleza en cualquier parte, y a partir de allí deberíamos adivinar que Dios no cambiará durante el breve período de nuestra vida mortal. ¿Acaso me parece algo difícil que Dios sea el mismo durante setenta años, cuando descubro muchas cosas en la naturaleza que han retenido el mismo perfil e imagen durante muchos años más? ¡Contemplen el sol! El sol que condujo a nuestros padres a su diaria labor, nos ilumina todavía; y la luna, por la noche, es la misma: el mismísimo satélite, resplandeciente con la luz de su señor, el sol. ¿Acaso las rocas no son las mismas? ¿Y no hay muchos árboles añosos, que permanecen siendo casi los mismos durante multitudes de años, y sobreviven a los siglos? ¿Acaso no es la tierra, en su mayor parte, la misma? ¿Han perdido las estrellas su brillo? ¿Acaso las nubes no derraman su lluvia sobre la tierra? ¿Acaso el océano no palpita todavía con ese grandioso pulso único de flujo y reflujo? ¿No aúllan todavía los vientos, o no respiran en delicadas brisas sobre la tierra? ¿Acaso no brilla todavía el sol? ¿No crecen las plantas como lo hacían antiguamente? ¿Ha cambiado la cosecha? ¿Ha olvidado Dios Su pacto del día y de la noche? ¿Acaso ha traído otro diluvio sobre la tierra? ¿Acaso ésta no está en el agua y fuera del agua? Ciertamente, entonces, si la naturaleza cambiante, -hecha para que pase en unos cuantos años más, y que será "deshecha, y se fundirá"- permanece siendo la misma a través de los ciclos de setenta años, ¿no podemos creer que Dios, que es más grande que la naturaleza, y es el creador de todos los mundos, permanecerá siendo el mismo a lo largo de un período tan breve? ¿No basta eso? Entonces, tenemos otra prueba. Si tuviéramos un nuevo Dios, no deberíamos tener las Escrituras: si Dios hubiese cambiado, entonces necesitaríamos una nueva Biblia. Pero la Biblia que lee el niño es la Biblia del hombre canoso; la Biblia que yo llevaba conmigo a mi escuela dominical, es la que me sentaré a leer, cuando, ya canoso, me falle toda fuerza salvo la que es divina. La promesa que me alegraba en la joven mañana de la vida, cuando me consagré por primera vez a Dios, me alentará cuando mis ojos estén debilitados por la edad, y la luz del sol del cielo los ilumine y vean fulgurantes visiones de mundos muy distantes, donde espero morar por siempre. La palabra de Dios es todavía la misma; ninguna promesa ha sido abolida. Las doctrinas son las mismas; las verdades son las mismas; todas las declaraciones de Dios permanecen inalterables para siempre; y yo sostengo, a partir del propio hecho de que el Libro de Dios no es afectado por los años, que Dios mismo ha de ser inmutable, y que Sus años no lo cambian. Consideren nuestra adoración: ¿no es la misma? ¡Oh, amigos de cabezas canosas! Ustedes pueden recordar muy bien cuando eran llevados a la casa de Dios en su niñez, y escuchaban los mismísimos himnos que oyen ahora. ¿Han perdido su sabor? ¿Han perdido su música? A veces, cuando es ofrecida la oración, ustedes recuerdan que su anciano pastor elevaba la misma petición hace cincuenta años; pero la petición es tan buena como siempre. Permanece todavía sin cambio; es la misma alabanza, la misma oración, la misma exposición, la misma predicación. Toda nuestra adoración es la misma. Y para muchas personas, se trata de la misma casa de Dios, donde fueron dedicadas a Dios en el bautismo. Ciertamente, hermanos míos, si Dios hubiese cambiado, habríamos estado obligados a hacer una nueva forma de adoración; si Dios no hubiese sido inmutable, habríamos tenido la necesidad sacrificar nuestro sagrado servicio frente a un nuevo método. Pero, puesto que nos encontramos inclinándonos a semejanza de nuestros padres, con las mismas oraciones, y cantando los mismos salmos, creemos debidamente que Dios mismo debe ser inmutable. Pero contamos con mejores pruebas que esta, que Dios es inmutable. Aprendemos esto de la dulce experiencia de todos los santos. Ellos testifican que el Dios de su juventud es el Dios de sus años postrimeros. Reconocen que Cristo "tiene el rocío de su juventud." Cuando le vieron por primera vez como el resplandeciente y glorioso Emanuel, pensaron que era "todo él codiciable"; y cuando le ven ahora, no ven una belleza desmejorada, y una gloria que ha partido: es el mismísimo Jesús. Cuando descansaron por primera vez en Él, se dieron cuenta de que Sus hombros eran lo suficientemente fuertes para sostenerlos; y encuentran que esos hombros son todavía tan poderosos como siempre. Pensaron que al principio Sus entrañas en verdad se derretían de amor, y que Su corazón latía aceleradamente con misericordia; y encuentran que sigue siendo el mismo. Dios no ha cambiado; por esto "no habéis sido consumidos." Ponen su confianza en Él, porque todavía no han advertido una sola alteración en Él. Su carácter, Su esencia, Su ser, y Sus actos, todos ellos son los mismos; y, además, para coronarlo todo, no podemos suponer un Dios, si no podemos suponer un Dios inmutable. Un Dios que cambiara no sería Dios. No podríamos captar la idea de la Deidad si permitiéramos alguna vez a nuestras mentes que dieran entrada al pensamiento de mutabilidad. De todas estas cosas, entonces, concluimos que "hasta la vejez Él mismo, y hasta la canas nos soportará FRAGMENTO DE LA PREDICACION DE CHARLES SPURGEON